Si dividimos la historia de la Redención pensando en la Trinidad, en cierto sentido podríamos decir que el Antiguo Testamento registra la era del Padre; el Nuevo Testamento, la era del Hijo desde Su nacimiento hasta Su ascensión; y después de Pentecostés comenzamos a vivir la era del Espíritu para la gloria del Hijo. Jesús mismo enseñó: «Pero cuando Él, el Espíritu de verdad venga, los guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber lo que habrá de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo Mío y se lo hará saber a ustedes» (Juan 16:13-14, énfasis añadido). El Hijo nació, vivió y resucitó por el poder del Espíritu. A horas de Su muerte, Jesús, conociendo lo cercano de Su partida, advirtió a Sus discípulos diciendo: «Les conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me voy, se lo enviaré» (Juan 16:7).
Ese Espíritu que nos fue dado vino a dar nacimiento a la Iglesia, a expandirla, y también vino a capacitarnos para hacer la voluntad de Dios Padre y glorificar al Hijo. Pero, como nos enseña la Palabra, hay una llenura del Espíritu y esa llenura depende de nuestra sumisión al obrar del Espíritu de Dios. Por lo tanto, la Iglesia de Cristo necesita despertar a la realidad de que la única forma en que puede desarrollarse, expandirse y caminar con Dios es en absoluta dependencia del Espíritu de Dios.
Lamentablemente, a lo largo de la historia de la Iglesia, muchas veces el rol del Espíritu Santo ha sido mal interpretado, subestimado e incluso ignorado, lo que ha contribuido al debilitamiento de la Iglesia como cuerpo de Cristo y al debilitamiento de la vida del creyente porque es imposible vivir en obediencia a la Palabra de Dios sin contar con el poder del Espíritu de Dios. Por eso, este año la conferencia Por Su Causa tiene como objetivo desmontar los diferentes mitos y falsedades que suelen girar en torno a la persona del Espíritu Santo y ayudarnos a entender cuál es la función principal del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia.